Ayer recibimos la triste noticia de que, a sus 59 años, el periodista Mauricio Vicent (Madrid, 1963- 2023) ha fallecido en Madrid producto a un paro cardio-respiratorio, como consecuencia de un ataque de asma.
Este profesional de la noticia fue hasta el momento de su deceso corresponsal para EL PAÍS y la Cadena SER, además de colaborador de Radio France International y otros medios de prensa europeos.
Pocos reporteros internacionales han hecho una labor tan encomiable en reflejar con objetividad y fielmente los matices la vida del cubano en lo social, lo político, lo musical y sobre todo en su condición humana.
Dos décadas informando
Mauricio fue un periodista sagaz y autor de varios libros, entre los que resalta Crónicas de La Habana: Un gallego en la Cuba socialista, editado por Astiberri en 2016, en colaboración con el insigne caricaturista y director de animados Juan Padrón.
Licenciado en Psicología y con estudios de Derecho en la Universidad de la Habana, Mauricio Vicent trabajó en Cuba como corresponsal de 1991 hasta 2011. Además de sus crónicas referidas a los acontecimientos políticos de la isla, Vicent fue un gran especialista en materia de música cubana.
Fue autor del guion para el documental Música para vivir, rodado en 2009 por Manuel Gutiérrez Aragón. También dirigió en 2011 el documental Baracoa 500 años después, sobre la historia de la primera villa fundada en Cuba.
Entre sus lauros están el haber obtenido el premio del Club Internacional de Prensa de España en 1998, ser finalista del Premio de Periodismo Cirilo Rodríguez en 1999. Según Leonardo Padura, uno de sus grandes amigos: “Debemos recordar a Mauricio con su alegría, su optimismo, su perseverancia humana e intelectual. Con su carácter expansivo, en el que se mezclaban de modo orgánico y profundo rasgos de su origen español y de su adquirida pertenencia cubana que lo armaban de la inteligencia irónica que lo caracterizó”.
Mauricio y la música
Aunque Vicent escribía lo mismo de béisbol, economía, política, relaciones diplomáticas y hasta santería, su verdadera pasión era la música.
Como melómano contumaz, Mauricio tenía acceso a todos los círculos del jazz cubano, asistió al fenómeno de Buena Vista Social Club y se movía como pez en el agua en los toques de santos de los barrios marginales.
Tanto la comunidad periodística desolada como aquellos cubanos que conocieron a este hombre que tanto amó nuestra patria le recordarán con todo ese cariño que derrochó, desde que, en la década de los ochentas, se aplatanara en nuestro país para estudiar en la Universidad de La Habana.
